sábado, 9 de abril de 2011

Los caminos sin destino de nuestra Guatemala

Por: Ronald Echeverría
Nuestra Guatemala está en una encrucijada. Muchos caminos pero sin un destino que  nos una y nos brinde la prosperidad para todos y todas. En cuanto a inventiva, pronósticos y soluciones, todos tenemos  la propia, es decir la "mejor", no hay otra. Así se ve reflejado en todos los estamentos de nuestra sociedad. Nuestra ideosincrasia es peculiar, no participamos, pero si opinamos, esto es bueno, lo malo es que opinamos normalmente sin base. El rumor, las consignas, los eslogan y las ideas enlatadas, se vuelven las "verdades irrefutables". ¿Esto es problema sólo de los analfabeta?, que aún en nuestro país todavía esta por el 30% de la población (una vergüenza para  un país en el siglo XXI), no, también es un problema de las élites. Éstas últimas padecen del síndrome de la ideoligitis, es decir su verdad  bajo la óptica de su visión y posición ideológica (ahora también tenemos cosmovisiones por etnias).

¿Por qué  hay tantos caminos y pareciera ningún destino probable que valga la pena?, creemos que se debe en parte a nuestra inicial y principal debilidad, la falta de unión y conjunción de intereses en un acuerdo mínimo de nación. Si mi concepto y deseo de que lo que representa ser guatemalteco en el presente no es compartido con otros en el presente, tampoco lo es en cuanto a nuestros orígenes,  tampoco lo será en cuanto a lo que deseamos ser. Si interpretamos nuestra historia, con la óptica del despojo, el robo y la rapiña de los conquistadores contra nuestros antepasados nativos. Si éste acontecimiento histórico, sólo nos recuerda atrocidades y una ruptura e imposición de una cultura sobre otra. Si no hay en ello nada bueno, rescatable ni positivo, si creemos que mejor no hubiera ocurrido. Algo imposible e irreversible de ser cambiado y que constituyó  una tendencia en el Siglo XV, la conquista y culturización de las américas por la cultura europea, dominante en aquella época. ¿Podemos retroceder y cambiar el rumbo de la rueda de la historia? ¿Con una nueva interpretaciones de su papel y determinación en el destino de nuestros pueblos, cambiamos de tajo nuestro destino? ¿El cargar con la culpa de nuestra situación actual, a quienes nos conquistaron y nos dieron su cultura y mezcla de sangre, es la salida?

No abogamos por desconocer nuestros orígenes e interpretar de la mejor maneja sus claros, sus grises y sus innegables obscuros, es conveniente, pero no suficiente. Debemos como sociedad parar las confrontaciones ideológicas. El mundo civilizado, las sociedades y países que avanzan, y que ahora son ejemplo de desarrollo y bienestar para sus habitantes, con pasados iguales o aún con agravantes y tragedias mayores han sabido salir adelante. Pero han logrado un acuerdo. Se han sentado de deberás  primeramente a renunciar cada uno parte de sus pretensiones para dar espacio al consenso y a lo que se ha denominado una "agenda mínima de prioridades". Estas deben estar encima de ideologías de derecha o izquierda. No es  posible seguir machacando y machacando por los culpables de una guerra interna, que no debería haberse dado nunca. Qué si habían condiciones, que no habían espacios, que estos estaban cerrados, qué se interrumpió una "primavera democrática" ,(la liberación también tuvo mucho apoyo, mayormente en el sector urbano, según fotos de la época), qué las oligarquías impusieron, imponen  y quitan gobiernos. Qué hemos vivido en dictaduras militares,  y éstas fueron el caldo de cultivo de la insurrección y la guerrilla. Este análisis en parte verdadero es  de por sí  sesgado. No considera la coyuntura geopolítica internacional. No se reconoce que a nivel mundial  varios países cambiaron  de manera violenta sus modelos económicos y sistemas políticos a raíz de la segunda guerra mundial.  Negar el  avance del socialismo y comunismo en Europa, bajo la ferula de la ahora desaparecida URSS. El avance en países africanos, el internacionalismo, los movimientos de los grupos guerrilleros de izquierda y las ideas marxistas en todas las universidades nacionales de los países latinoamericanos. La revolución cubana que tomó el poder en nombre del pueblo para quitar del poder a una dictadura de menos de tres lustros, para imponer otra de cinco décadas, y que sigue campante como Johnnie Walker. Negar la influencia de la revolución cubana en nuestro país y principalmente en la mente de nuestros jóvenes idealistas de ese entonces, no es serio ni mucho menos real. Es decir había, y parece que aún perdura la lucha idelógica con la reaparición del socialismo del siglo veintiuno impulsado por el Presidente Hugo Chavez, y el grupo de países del Alba. Entonces no debemos caer en el juego de interpretar nuestra triste realidad de la historia reciente, con el reparto de actores, divididos en los "buenos, visionarios, intelectuales progresistas,sociedad civil, y amantes de la paz" por un lado (con la paradoja de que sus lideres son  "comandantes y ex lideres guerrilleros") y los "malos, militares genocidas, retrógrados, empresarios abusadores, defensores del estatus, la oligarquía y la discriminación", por el otro. Ésta división de la lectura de nuestros antecedentes y roles que cada sector le achaca al otro, y ahora impulsado por el mismo gobierno, que hace de unos héroes y de otros asesinos, no nos conduce a nada. Mas caminos entrecruzados, ningún destino. Si hubo guerra, que los verdaderos y no comprometidos con ningún bando jamas quisimos, y menos participamos. Los verdaderos responsables de esta guerra fratricida y sin sentido que  duro treinta y seis largos años, son por igual los dirigentes de ambos bandos. No hay buenos, ambos son culpables. Entonces aprendamos de nuestros errores, no nos dividamos más, no hay tal enfrentamiento entre ricos y pobres. Salvo en los intereses sectarios de algunos grupos políticos en la actual contienda electoral.

Cómo podemos construir una sociedad incluyente, si  primero queremos confrontar, victimizar y cargar con  todas las culpas y responsabilidades a una sola de las partes. Los guatemaltecos seguiremos condenados a no encontrar el camino que nos conduzca al destino de bienestar, prosperidad, desarrollo y paz que anhelamos si no somos capaces de ponernos de acuerdo. Partamos de lo básico, no es culpándonos, o pretendiendo sólo uno de los bandos hacerlo, es reconociendo primero que fuimos en parte todos responsables y  que sólo aportando cada uno en la medida de nuestras capacidades en las prioridades consensuadas, en un ambiente de libertad, democracia, participación, solidaridad y respecto al individuo estamos en el campo de las soluciones, no sentados sobre el problema. Por ahí está  el verdadero camino que nos conduzca al destino deseado y compartido.