Por: Ronald Echeverría
La bella ciudad de Guatemala atrapada. Este viernes 17 de febrero
sus principales arterias de circulación de vehículos colapso. La ciudad se
paralizo tanto en la horas de la mañana, para tener su mayor colapso por la
tarde hasta muy entrada la noche. Secuelas muchas, anécdotas personales
de boca en boca dan cuenta la cantidad de horas perdidas,
horarios trastocados y citas incumplidas, negocios y productos
perecederos perdidos, consumo innecesario de combustibles paradójicamente en la semana que
subieron nuevamente de precio, aumento de la contaminación ambiental y del ruido
propio del parque vehicular, y para acabar de hacer perder la
paciencia y tranquilidad a los vecinos de la capital más
poblada y moderna de centro América, también
los inocultables asaltantes motorizados, vieron una
oportunidad que no desperdiciaron para su fines aviesos, robando celulares
y otros objetos de valor a los atrapados e indefensos ciudadanos en
el trafico infernal.
Este caos, que no
puede llamarse de otra forma, no es nuevo, se repite con demasiada
frecuencia, perturbando la vida cotidiana, los negocios, las
actividades educativas, la atención de los servicios básicos, como la
salud y la seguridad pública. Los cerca de dos millones de Guatemaltecos que
viven o desarrollan sus actividades personales y productivas en la ciudad, un
60% provienen de los municipios vecinos a la misma. Entran y salen de la
ciudad todos los días. La ciudad de Guatemala originalmente tuvo un buen trazo
de calles y avenidas, su ancho de calles era para solucionar el transporte de
no más de 100,000 vehículos, con el paso del tiempo, y por no prevalecer un
ordenamiento de su crecimiento urbano y la no integración de modelos
de desarrollo que integren el Distrito Central, ha propiciado que
cada municipalidad establezca sus políticas y medidas para atender y dirigir el
tráfico. Claro es digno reconocer, que las Policías Municipales de
Transito, han contribuido en alguna media a mitigar los efectos de los
cerca de un millón de vehículos que entran y salen de la capital, y
los que circulan por sus calles. La ampliación de calles, la
construcción de pasos a desnivel, los carriles reversibles y otras medidas a la
fecha han sido insuficientes, o por decirlo de otra forma, no han podido
soportar el aumento sostenido del parque vehicular que las ha sobrepasado.
El Tras metro aunque solucionó para el ciudadano de a píe su
locomoción, tuvo un costo sobre el espacio que quito al transporte
individual. Por otro lado el factor de la inseguridad, ha propiciado que la
clase media, la más numerosa a nivel de
la capital, tenga como mejor opción la adquisición de un vehículo propio.
Aunado a lo
anterior, y poniendo su granito de arena para lograr el caos perfecto, lo
constituyeron dos eventos acontecidos el viernes. Veamos. Por la mañana la manifestación
de los Maestros bajo la férula de Joviel Acevedo, aduciendo el cumplimiento
de una hoja de ruta, que colapso la
Avenida Reforma y el Centro Histórico. Por la tarde un lamentable accidente en
el Km 19 carretera Interamericana, ya que todos lo son, que dejo la
lamentable pérdida de una persona, y de daños severos a un tráiler y cuatro
vehículos particulares.
Esto pasa en todas las ciudades, pero en
una que cuenta sólo con cinco vías importantes para entrar y salir de la misma,
y donde en horas pico confluye el 60% del tráfico urbano, no puede ni debe
quedar cerrada. Para sorpresa de cualquiera analista imparcial, nuestra ciudad de
cara a los hechos, pareciera no contar
con apropiadas medidas de contingencia
para atender un accidente y una tragedia. Por supuesto la primera medida debe
ser tratar de proteger y salvar la vida
humana, lograr el rescate de los heridos y brindarles
los primeros auxilios, pero inmediatamente, las
autoridades policíacas, municipales, y principalmente el
Ministerio Público, deberían actuar con la celeridad que el
caso a merita. Es cierto hay que levantar las evidencias en la escena del
accidente y realizar las investigaciones que procedan, pero esto no debe
ser escusa para actuar con lentitud y para cerrar ninguna artería
vital para la buena marcha de la vida en la ciudad por más de una hora. Se
deben despejar las vías y darle a la ciudad otra vez la posibilidad de funcionar. Suficiente costo
se pago con los lamentables accidentes, y con el tráfico causado por las
manifestaciones de nunca acabar, para seguir castigando al automovilista que
regresa a su hogar después de un arduo y largo día de trabajo. La justicia, para ser justicia debe ser pronta
y cumplida, y sus investigadores parte fundamental
del proceso deben tener conciencia del costo económico y social
que implica un atasco cómo el comentado.
Las lecciones aprendidas, son que aún no
han aprendido las municipalidades, la Policía Nacional Civil, el Ministerio
Público a trabajar en conjunto para atender las emergencias del tráfico.
Deberían realizar su trabajo con celeridad y profesionalismo, para contribuir a
que los automovilistas salgan de la pesadía
de encontrarse atascados y sin salida.
No puede ser.