sábado, 16 de abril de 2011

Cuándo el hambre nos alcance....¿estaremos preparados?

Por: #RonaldEcheverría
Según el Banco Mundial habrá cinco millones de nuevos pobres  en el mundo debido a  los altos precios de los alimentos. Los altos precios pasarán principalmente la factura a los países en desarrollo. En los mercados internacionales marcan nuevamente precios record, alcanzando los habidos en el 2008, durante la última crisis alimentaria.  Éstos en general están  36%  por encima de los de 2010.  Las alzas porcentuales en productos como el maíz son del 74%, del trigo del 69%, de la soya el 36% y del azúcar el 21%. De acuerdo al reporte los países del Oriente medio, los países del Norte de África serán los más afectados. Se pronostica que 44 millones de personas se incorporarán al grupo de personas que vive de bajo de la línea de la pobreza (con el equivalente a un US$1.25 al día). Algunas de las causas son el encarecimiento del precio de petróleo, producto de las crisis del medio oriente originada por la "primavera árabe" iniciada en Egipto y luego contagiada en otros países, y con guerras activas como la de Libia, ahora internacionalizada por la intervención de la OTAN; las consecuencias derivadas en el alza en los precios  de la energía que afectan toda la cadena productiva con precios hacia el alza. Por supuesto éstas situaciones afectan  la oferta, pero también han incido las erráticas y no sostenidas políticas económicas y públicas de los países productores, no se ha incentivado la producción, ni los créditos agrícolas, el seguro agrícola, semillas mejoradas, ni la tecnificación del agro. Factores como el clima, el calentamiento global, el desplazamiento de mayores áreas de cultivo y recursos de los países productores hacia el cultivo para producir etanol o biocombustibles, las tendencias de los inversionistas en invertir en commodities, y el incremento de la demanda también han incidido en los aumentos de los precios. Según Robert Zoellick, presidente del Banco Mundial, un aumento del 10%  en los precios de los alimentos pondría a 10 millones de personas  en el grupo de pobreza extrema, y un aumento del 30%  generaría  aproximadamente  34 millones de nuevos pobres.

¿Cuántos de esos nuevos pobres serán guatemaltecos? ¿A cuánto ascenderá el número de familias que estarán bajo la línea de la pobreza? ¿Seguiremos bajando aún más nuestros indicadores de desarrollo humano? Pues pareciera  que estamos nuevamente ante otra probable hambruna en el llamado corredor seco. Esto podría aún extenderse a otros sectores o  poblaciones en riesgo, tanto en el área rural o en los centros urbanos. El INE informó recientemente que la canasta básica para una familia estaba sobre los Q4mil mensuales, y  por el  otro lado la falta de empleo principalmente para población joven que cada año se trata de insertar al mundo del trabajo sin éxito. El déficit de empleos es  sostenido y con tendencia al alza. El panorama se obscurece aún más al comprobar la falta de consistencia en las políticas públicas y al no contar con una respuesta sistemática y planificada de combate a las causas de la misma. Las respuestas del MAGA, con presupuestos insuficientes y diezmada en sus programas y técnicos,   no han podido desarrollar e implementar políticas  que incentiven la producción de granos básicos en volúmenes suficientes que incidan en los precios hacia la baja, y por ende  favorezcan la economía doméstica y el acceso a los mismos. En un entorno económico y fiscal, con uno de los mayores déficit de la historia, mayores índices de endeudamiento externo orientado más al gastos que a la inversión y  con políticas de corte populista que  privilegian la  asignación de recursos escasos para programas de trasferencias condicionadas no siempre a los sectores más vulnerables versus  el fomento a la producción agrícolas, el panorama no puede ser más desolador. El año pasado nos dio una muestra de las consecuencias de la falta de programas serios y consistentes que involucren al gobierno, el sector agrícola, los campesinos y la iniciativa privada, para promover y fortalecer la capacidad productiva del país, Camotán y sus secuelas de desnutrición crónica y muerte de infantes es el saldo. A lo anterior se suma, pero como lastre, la creciente inseguridad, la cual aleja la inversión en el campo y por lo tanto no contribuye a su tecnificación y al aumento sostenido de la producción de alimentos agrícolas y  los de exportación. Contribuye a éste cuadro apocalíptico, el aumento de la conflictividad en torno de la tierra, las invasiones, las luchas ideológicas y la visión de los grupos  y sus líderes, que no privilegian la producción, sino el reparto y la lucha de clases. 

En un mundo en qué los precios de los productos agrícolas van por el alza, y que paradójicamente durante décadas parte de la intelectualidad criolla abogaba por mejores precios para los productos agrícolas, y acusaba a la comunidad internacional  de una desigualdad de los términos de intercambio comercial, de comprarnos nuestros productos agrícolas a precios bajos y vendernos sus productos, patentes y tecnología  a precios artificialmente altos; ahora que deberíamos ser  parte  de los ganadores de las condiciones del mercado internacional, solamente dos sectores han sabido aprovecharlo:  La industria exportadora azucarera y la tradicional del café ahora renovada con cafés gourmet y orgánicos.  Es decir que sí podríamos ser los ganadores,  salir adelante y superar la crisis de alimentos, sí los que tienen que tomar las decisiones estratégicas estuvieran más interesados en nuestra gente vulnerable, e implementar las políticas que vayan por la vía de la producción agrícola sostenible y amigable con el ambiente,  no de la confrontación social y de  proyección de nuestras propias culpas al avorazado capitalismo salvaje.